Epicteto es un nombre latino que significa «adquirido». No era el verdadero nombre de nuestro filósofo, sino el que emplearon sus diversos amos, pues había nacido ya esclavo, hacia el año 50 de nuestra era, en la ciudad frigia de Hierápolis.
Cuando todavía era un muchacho, fue llevado a Roma para trabajar al servicio de un hombre llamado Epafrodito, que también había sido esclavo.
Se dice que al amo le gustaba aplicar un instrumento de tortura en la pierna de su esclavo, y que Epicteto lo soportaba sin quejarse, aunque no se cansaba de advertir: «Me vas a romper la pierna».
Cuando la profecía se hizo realidad, comentó con resignación: «Ya te dije que me la romperías». Anécdotas como esta nos obligan a admitir que tiene mucho sentido el adjetivo «estoico», tal como lo usamos hoy en día, para referirnos a alguien capaz de soportar cualquier cosa sin rechistar.
Años después, su amo le concedió la libertad y, ya en el exilio, fundó una escuela de filosofía. Sus enseñanzas se extendieron por todo el Imperio, gracias a esta obra: «Manual estoico de vida».