¿Quiénes somos?
Cada semana un grupo de amigos debatíamos en el Café del Centre de Barcelona sobre temas diversos. Justo la última semana antes del confinamiento de marzo del 2020, hablábamos del amplio simbolismo de la rosa. Nunca llegaremos, decíamos, a conocer una rosa deshojando sus pétalos, ni siquiera buscando en su núcleo, sino sólo desde su totalidad. Para alcanzar nuestro propio conocimiento, nuestro propio yo, no nos basta con rodearlo, con escoger cada una de las partes sino que hemos de contemplarnos en nuestra globalidad.
Y entonces llegó el confinamiento absoluto y pasamos de la tertulia física a la virtual. Tomando como modelo el Decamerón, cada semana uno de nosotros debía preparar el tema que todos debatiríamos. De ahí que en un claro homenaje a la rosa y al libro de Boccaccio, pasamos a llamar a este encuentro virtual, Rosamerón.
En las conversaciones de esos días, en esa búsqueda del conocimiento desde la diversidad, está el origen de este proyecto editorial, con una premisa fundamental: disfrutar la vida. De ahí que nuestros primeros libros van a tener mucha relación con esa idea primigenia del Banquete griego, de la importancia de la conversación del placer de comer y de beber, pero sobre todo de la discusión filosófica, del dominio de la argumentación e incluso de la provocación. Y hacerlo a través de varias obras en donde estén presentes ese pensamiento vital y lúdico.
Declaración fundacional
Los tres socios que hemos puesto en marcha la editorial Rosamerón procedemos de tradiciones ideológicas, religiosas, generacionales e incluso culturales muy distintas. Pero a los tres nos gusta celebrar nuestra amistad discutiendo de cualquier asunto humano o divino. Esta es nuestra manera de ser y esta quisiéramos que fuera la manera de ser de nuestra sociedad.
En la tradición democrática no ha habido libros intocables. Lo único intocable ha sido el diálogo y la crítica racional, es decir, la actitud de responder con argumentos —y no con puños— a las tesis que nos incomodan.
Conviene no olvidar que cuando los atenienses condenaron a muerte a Sócrates por poner en cuestión los dioses de la ciudad, utilizar argumentos poco comunes y educar de manera diferente a los jóvenes, quienes salieron perdiendo fueron los atenienses, que se quedaron sin Sócrates.
En Rosamerón publicamos libros cuyas tesis no necesariamente compartimos porque lo que nos importa es su esfuerzo por hacer más comprensible nuestro tiempo; pero nos negamos a hacernos eco de cualquier postura que crea legítimo condenar libros a la hoguera o utilice las ideas como excusa para el uso de los puños.
En definitiva, nos gustaría contribuir en la medida de nuestras posibilidades al fortalecimiento de una sociedad en que la ciudadanía fuera acogedora de diferencias y las diferencias fueran acogedoras de argumentos.
En esto estamos empeñados.